sábado, 16 de octubre de 2010

River y la vieja, lo más grande que hay


A diferencia de los padres, las madres no se hacen, nacen. Ella te lleva en su vientre, ella te da la teta cuando comer es cuestión de vida o muerte, su rostro es el primero que vez cuando venís al mundo. Su presencia significa el fin de las angustias. En fin, “madre hay una sola”, nos dicen los viejos mandatos culturales. ¿Quién puede dudar de ese torrente que es el amor materno? ¿Y quién podrá discutir entonces la incondicionalidad del amor materno? Madre es sinónimo de sensibilidad, contención, receptibilidad, fragilidad, protección, cuidado, prudencia, nutrición, comprensión, intimidad e intuición.

Ahora bien, por qué afirmamos con tanta vehemencia que “la vieja” y “River son lo más grande que hay y, además, lo único que no cambiamos en la vida. ¿Sabe por qué? Porque son idénticas la pasión y el amor que se sienten por la vieja y la camiseta. Es una transferencia inconsciente hacia el único objeto de amor absolutamente incondicional que nos va a regalar la vida, que es el amor de madre. Para nosotros, el mismo que sentimos por River. Porque River y la vieja te dan todo y no te piden nada. Pues bien, “madre hay una sola”, el devenir de los tiempos ha ido modelando una evolución en lo que es hoy la función materna.

De aquella “mamá angustia” que describía María Elena Walsh, resignada que “llora mientras da de mamar porque su hombre en la taberna se está bebiendo el jornal”, pasaron varias generaciones para llegar a estas nuevas “Evas” que salen a buscar semilla a la par de sus maridos, que salen a remontar vuelo y dejar de ser costilla de Adán. Parafraseando a Silvio Rodríguez. O de esas “madres coraje” hijas de sus hijos, que un día se pusieron de pie reclamando por ellos verdad y justicia. Y que nada ni nadie las pudo silenciar. Las “madres del dolor”, “las madres del paco”, que fueron creciendo y sumándose a la resistencia contra la impunidad del gatillo fácil, la inseguridad, la droga y el desamparo estructural de una sociedad autista frente a tantos “desmadres” del sistema.

Vaya mi homenaje entonces a todas las madres-símbolo de estos años de lucha. Definamos una madre hoy: una madre debe ser, además de esposa, mujer y amante de su marido, una mujer que trabaja, atiende sus intereses, sus necesidades de tipo cultural, profesional y económico y que además se ocupa de la crianza de sus hijos, nada más y nada menos. ¿Sabe qué, amigo? Esta danza no fue acompañada simétricamente por parte de los hombres. Es hora de aventurarnos señores en recorrer espacios interiores, emocionales y espirituales, que se nos habían prohibido por femeninos. Dejemos la vergüenza de lado, que amar, reír y llorar por River también es un legado de la vieja. Ellas nos ayudaron a construir el sentimiento. El viejo lo que hizo fue tomarnos de la manito y meternos dentro del Vaticano del fútbol, el Monumental.

Ojo que eso no es poco, pero después arreglate solo. Está bien, cada uno hizo lo suyo. Mamá fue el adentro, la interioridad. Papá, el mundo externo, la conquista del afuera. Por suerte, ese afuera fue River y no otro. Gracias, entonces, gracias a los dos, y desde acá, desde La Página Millonaria, un beso a todas las mamás del mundo. A todas, a las que ya no están físicamente, como mi vieja, la que me introdujo en los mágicos universos de la literatura, o a nuestra “Madre Hincha”, la gran Haydee Matosas, y a todas aquéllas que se ponen la banda domingo a domingo y pueden ser disfrutadas.

Ellas son los únicos seres capaces de tolerar como tantas veces que “su día” lo festejemos unos ratos juntos y después tengamos que rajar rápido a la cancha, a estar con River. ¡¡Son únicas!! Por eso sabrán entender que hay que acompañar al equipo en esta parada bravísima en Mendoza. Desde la precordillera se elevará el canto del pueblo riverplatense para todas: “¡River Plate, River Plate, River Plate, ponga huevo que no ha pasado nada! En el Día de la Madre te venimos a alentar. Feliz Día para todas las mamás”.

Nuestro corazón dividido en la distancia, unido en el sentimiento. Un poco allá y otro acá. A no olvidar: “River y la vieja” (Pappo dixit), son lo más grande que hay”.

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